Pocas veces los teatros se llenan en toda su capacidad, salvo en casos excepcionales; tal es el caso de la presentación de “Los Monólogos de una tal Tila” que ha conseguido en tres presentaciones, agotar el total de las localidades en cada una de sus incursiones en el escenario del Teatro Daniel Ayala. Es muy gratificante corroborar que, el teatro regional, sigue siendo amor del público local y que las expresiones tradicionales como “chop calle”, “tomar fresco” o “patear la pared”, siguen estando vigentes en el léxico del pueblo yucateco de hoy.
Dentro de los géneros teatrales, el monólogo es de suyo difícil y puede ser pesado y aún, llegar a cansar al auditorio; si bien, la presente obra comentada no es un monólogo al cien por ciento, sí una gran parte de ella lo es; y es verdaderamente grato observar cómo Óscar Martínez, Tila María Sesto, mantiene el interés y la plena atención del numerosísimo multicéfalo de la sala que goza, se ríe y celebra las geniales ocurrencias y las picardías con las que Tila va adobando su ágil perorata, sin dejar caer el entusiasmo y el humor,
Profundo significado tiene en el sentir del público, la espontánea reacción que le lleva a interrumpir el parlamento del actor y premiar con una gran salva de aplausos la ocurrencia lanzada por el maravilloso personaje que es una excepcional fémina autóctona.
Óscar ha integrado con Maritere Braga, La Hach, Iván Vázquez, Maxcut y Johnatán Fernández, el Chino, un cuadro de actores muy completo y versátil que cubre todos los aspectos que son necesarios en el desarrollo de la trama, pues lo mismo actúan que cantan o bailan.
Los monólogos de Tila son variados y nos van llevando por diferentes tópicos, todos ellos ubicados en la profundidad de las raíces regionales; desde la graciosa y grácil evolución física de la mestiza yucateca, que nos revela las más profundas causas de sus atributos físicos, como la intrínseca relación entre el “zampado” cuello y la arraigada costumbre de portar sobre la testa la gran palangana, que lo mismo puede contener el nixtamal para el molino, como las frutas que se han de llevar al mercado.
En una hilarante interpretación del diagrama de Leonardo Da Vinci sobre la anatomía del cuerpo humano y sus proporciones, Tila María nos va explicando paso a paso cada uno de los atributos que caracterizan la anatomía del cuerpo de la mujer yucateca; sin faltar la relación del acojinado de las caderas y su profunda relación con el hetz meek y las ventajas y utilidades de la gordura que cuelga de su antebrazo, así como las más inimaginables aplicaciones de esta anatómica ventaja, que no ostentan las féminas de otros lares.
Las reflexiones de Tila se enfilan a los más variados tópicos y hacen una graciosa, pero veraz, crítica a muchas de las más arraigadas malas costumbres tan en boga en la actualidad; con índice de fuego señala el daño a la humana comunicación que causan las redes sociales, a las que responsabiliza, con sobrada razón, de la pérdida de comunicación humana entre todos nosotros. El twitter, el Facebook, el instagram, whatsapp, fueron graciosamente zarandeados por la crítica mordaz y ocurrente de la simpática mestiza que no tiene pelos en la lengua para llamar a las cosas por su nombre. Los encuentros y desencuentros de las relaciones de pareja, son también tema y material para graciosos cuadros en los que la compañía en pleno interviene para presentar a la consideración del respetable los más graciosos y variados ejemplos de conflictos de pareja, triángulo amoroso, rivales en disputa de un galán o la debilidad de la protagonista que, por retener al amado, cae en las más absurdas y graciosas actitudes de sumisión, consecuentación o tolerancia desmedida. El enfrentamiento de la entrañable mestiza, frente a la muchachita desnaturalizada, que con ridiculez utiliza el lenguaje que aprende de la terrible y deleznable penetración de los monopolios televisivos, encuentra en la obra su justa dimensión y pone a cada una en el lugar que le corresponde.
El profundo orgullo con el que Tila lleva y esgrime el traje regional, como uno de los más caros atributos femeninos de nuestra yucataneidad, es verdaderamente plausible y le acredita como feroz defensora de tan loable costumbre que día a día se va perdiendo entre las jóvenes de la clase popular, que prefieren hacerse “catrinas”, en detrimento de sus madres y abuelas y en deterioro de las más caras tradiciones de nuestro pueblo.
En lo referente al lenguaje, Tila no se mide y usa todo tipo de ajos y cebollas que ponen una nota jocosa más a la desternillante comedia de profunda entraña; su lenguaje es fuerte, vulgar, pero no ofensivo y es, sin lugar a dudas, un elemento que sabe arrancar la risa franca al multicéfalo y que pone una brillante nota de picardía, de la buena, a la obra.
El teatro regional, goza de buena salud; ya lo he dicho antes, lo repito ahora, lo afirmaré siempre que tenga la oportunidad de ponerme en contacto con sus manifestaciones que permiten constatar que así es. Que los movimientos teatrales que se derivaron de la llegada a nuestras tierras del bufo cubano del Siglo XIX encontraron en la península suelo fértil y que sus frutos se siguen dando con gran abundancia y con la versatilidad que los tiempos que nos toca vivir exigen de él.
¡Olvídense del mal humor y vayan a ver a Tila! Estoy seguro que no se arrepentirán, saldrán con el alma regocijada y con la mandíbula adolorida de tanto reír. Bien vale la pena vivir un buen rato de regocijante hilaridad y salir del teatro con el grato sabor del buen teatro regional.



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