Pervivencia del teatro regional

Ariel Avilés Marín / Por Esto

Pervivencia del teatro regional

Con gran regocijo hemos constatado que el teatro regional yucateco está vivo y vigente. Asistir a la puesta de ”InDiácula, la historia jamás contada” fue una grata experiencia que nos llenó el alma de gran regocijo al constatar que nuestro teatro regional está más vivo que nunca, que conserva sus características esenciales como lo son la picardía, el uso de lenguaje lleno de modismos locales, el oportuno y magistral uso de la morcilla durante la trama y con ella la gran capacidad de improvisación para desparramar ingenio y sobre todo, sacar partido de cualquier error en escena para convertirlo en un motivo que arranca la risa plena del respetable; además, con gran desparpajo, se involucra al público en el desarrollo de la obra a la menor oportunidad, otra característica esta de nuestra dramaturgia vernácula.

Hay voces que descalifican lo que se está haciendo en el teatro regional de hoy, se le acusa de grosero, vulgar, ramplón; se evoca suspirando el teatro regional de “Los Herrera” y se dice: Ellos si eran unos caballeros, nunca se oía ahí una mala palabra; los de ahora puras leperadas dicen”. Hay que analizar y entender que el teatro regional, desde siempre y hasta ahora, no se hace de la nada, es un espejo fiel de la sociedad yucateca, sus usos y costumbres, su lenguaje, su manera de vestir y todas y cada una de sus características. Hemos de admitir que, hace cincuenta años, en una reunión social, entre caballeros, se usaba un lenguaje con toda clase de lindezas y procacidades; es una realidad que, si una dama se presentaba al lugar, automáticamente este lenguaje desaparecía de inmediato y ninguna palabreja se volvía a pronunciar. Hemos de reconocer que hoy por hoy, esto no es así; hoy en día caballeros y damas usan toda clase de palabras, a veces más fuertes las usadas por ellas; y no se diga lo que ocurre en las conversaciones de los jóvenes de hoy; como maestro, me ha tocado escuchar, y desde luego llamar la atención, a las adolescentes de ahora, pues usan un lenguaje más fuerte que los mismos varones.

Seamos conscientes, el teatro regional es un fiel reflejo de la sociedad en la cual se produce, y, cómo las cosas ocurren en la realidad, han de ocurrir en el escenario; y así sucede, nada más. Por qué se ha de reprochar al teatro regional de hoy el lenguaje procaz, si todo mundo lo usa coloquial y diariamente. Si las familias en las conversaciones, en la comida o la sobremesa, se prodigan en el uso de estas palabras, por qué ha de ser pecado mayor en boca de los actores cómicos del teatro regional de hoy. Además hay un mentís objetivo y contundente: El teatro regional de hoy sigue llenando las salas donde se representa, el multicéfalo ríe y celebra lo que ahí disfruta. Es muy significativo comparar la asistencia a las salas de teatro locales cuando se presenta una obra regional y cuando se trae un espectáculo de fuera. Ya lo dijo Hernán Novelo (Nani Namú) en escena: Vean el teatro lleno, cuando traen una obra de México los empresarios, a veces, hay más gente en el escenario que en la sala, esto no nos sucede a nosotros. Y un aplauso atronador rubricó sus palabras.

Pero pasemos a comentar lo visto en el Centro Cultural Dante la noche del viernes 13 de febrero. InDiácula es una típica parodia sacada de un éxito cinematográfico de actualidad, adobándola con todos los ingredientes de nuestras costumbres vernáculas. El grupo teatral integrado por Óscar Martínez, Tila María Sesto; Maritere Braga, La Hach; Iván Vázquez, Maxcut y Jónathan Fernández, El Chino,

tienen la gran habilidad de mantener la atención y el regocijo del numeroso público que abarrotó la sala con su gran versatilidad e ingenio; son genialmente graciosos, oportunos y versátiles; dominan la actuación, cantan y bailan cuando la obra así lo exige y nos dan la exacta imagen de “los huiros de hoy”. En especial, en Tila María Sesto, percibimos una feroz convicción por la defensa y la preservación de lo nuestro; la mezcla en los diálogos de los modismos yucatecos es excelente y retrata con gran certeza el Yucatán de nuestros días. La trama de la obra es sencilla, divertida y amena; su ubicación inmejorable, el pueblo de Yobaín. Sus picardías desgranan ingenio y buen humor que mantiene la risa de principio a fin de la puesta. El vestuario es muy atinado, pues refleja a la gente de la calle de estos días, sin perder su esencia de regionalismo. De cada error, aún del personal técnico, supieron sacar gran provecho y levantar, aún más, el humorismo de la obra. Es muy obvio que la voz cantante del grupo la lleva Óscar Martínez con su Tila; y lo hace magistralmente. Mención especial merece su monólogo al relatar la explicación de una profesora a sus alumnos de las tradiciones del Haanal Pixán, en las que Óscar hace gala de una facilidad para la acrobacia del lenguaje que arranca la carcajada general.

Hay que promover y apoyar a nuestro teatro regional, es un valor único de nuestro terruño, es un fenómeno que no se da en otras latitudes. ¡Qué bueno que la empresa de Dante brinda este espacio para este grupo genial!

Salimos de la sala con el interno regocijo de que nuestro teatro regional, goza de excelente salud y que hay para mucho tiempo más de este arte vernáculo incomparable.